La de Munébrega es una de las 62 unidades con las que cuenta el operativo autonómico. A las labores de extinción, suma meses de trabajo de prevención
El retén 71 Tranquera de Munébrega, una de las 62 cuadrillas de Infoar.Jesús Macipe
En el antiguo pabellón de Munébrega que hoy sirve de base para el retén 71 Tranquera, la actividad no se ciñe únicamente a actuar directamente contra el fuego. Al frente de la cuadrilla, una de las 62 con las que cuenta el operativo de incendios forestales en Aragón, se encuentra Agustín Catalán, agente para la protección de la naturaleza (APN) del Departamento de Medio Ambiente de la DGA. Con él trabajan Aarón España, Santiago Bueno, Rubén Lorenzo, Víctor Pascual y Jaime Enguita, bomberos forestales de Sarga. Durante los meses de verano, todos ellos se encuentran en la fase de máxima activación ante los fuegos que puedan surgir, pero su trabajo se extiende durante todo el año, y a las labores propias de la extinción, suman meses de intervenciones preventivas.
"El aviso puede llegar por una llamada ciudadana al 112 o por un puesto fijo de vigilancia. De ahí pasa al centro provincial y se empiezan a movilizar los medios necesarios", desgrana Catalán, que, a sus 35 años, ha pasado tres como APN, siete en la BRIF de Daroca y otros dos en el retén de Murero. Una vez recibido el aviso, dependiendo de las condiciones y de las características del foco se mueven unos efectivos u otros, ya que "si la zona tiene difícil acceso o es pinar, se puede optar por mandar primero un helicóptero". En ese momento, su cargo asume la Dirección de Extinción, de la que dependerá su cuadrilla y otros medios, como las autobombas.
Una vez sobre el terreno, Catalán describe que "dependiendo de la intensidad de las llamas o del combustible que haya, se opta por un ataque directo, con batefuegos, por ejemplo, o indirecto, picando a mano una línea defensiva, como un pequeño cortafuegos". Son labores, reconoce, "exigentes" en lo físico y que también requieren de conocimientos del entorno. "Ahora se trabaja durante más meses, y eso permite que haya más formación y más estabilidad. Es fundamental que la gente sea de la zona, porque saben los accesos, cómo cambian los vientos de cada lugar…", enumera. Según la evolución del fuego, las acometidas van por flancos para perimetrar su avance.
Cuando el foco se convierte en incendio este puede estar activo, cuando avanza, o por el contrario estabilizado, controlado o extinguido. «Está estabilizado cuando lo logras retener dentro de unos límites de control como puede ser un camino. Controlado es cuando arde dentro del área definida y extinguido cuando no hay riesgo de reactivación», ilustra Catalán. Ante grandes incendios –ya acumula varios a sus espaldas, como el de Ateca de 2022–, reconoce que «cuesta imaginarlos en global». «Como cuadrilla, trabajas de manera sectorizada, como si fuera un incendio individual», puntualiza.
Los integrantes del retén Tranquera 71 regresaron este lunes de León, en concreto de los fuegos de La Uña y Barniedo de la Reina, en el entorno de los Picos de Europa. Entre sus miembros había una sensación de desgaste, satisfacción por el trabajo realizado y agradecimiento a los vecinos. "La gente nos daba de todo, de comer y beber. Es con lo que te quedas", reconoce Santiago Bueno, con 16 años de experiencia. En su caso reconoce que se trata de una de sus experiencias "más complicadas", y entre ellas cita el grave fuego del Maestrazgo de 2009. En aquel desastre estuvo también Rubén Lorenzo. "Esta vez les ha tocado por allí. Es muy duro ver a la gente en esas situaciones", añade. Como indica Catalán, el mayor hándicap es «no conocer el terreno». En los cinco días, reconocen, el trabajo fue a contrarreloj, con días en los que todo el trabajo realizado se esfumaba por el avance de las llamas.
Este equipo, además de este trabajo de primera línea y, generalmente, primera respuesta, también desarrolla una labor menos llamativa, como son las labores selvícolas de prevención. "Ahora estamos perimetrando la urbanización Tranquera, donde ha habido varios incendios. Hacerlo es fundamental", indica Lorenzo. Así, en un día sin extinción, la jornada comienza con una reunión para dibujar la situación (como repasar el nivel de riesgo, la temperatura), se pasan novedades y se hacen o bien prácticas, formación, entrenamiento y se acude al tajo.
Una vez en la base, descargan y dejan lista la maquinaria, y quedan localizables las 24 horas. En la parte formativa, se trabajan varios aspectos, como el uso de los dispositivos de comunicación por radio. Durante el invierno, las labores en el monte incluyen realizar fajas, mantener cortafuegos, realizar podas, enumera Catalán. "Se desbroza, se realizan apeos, se tala, se hace el triturado, aclareos", indica Lorenzo, dejando parte de la herramienta en el pequeño remolque del que tira uno de los todoterrenos del equipo.
En su caso, durante estos meses han repasado las zonas más cercanas a los caminos y se han centrado en los cortafuegos. "Un bosque no es un jardín, cumple una función. Se retira todo el combustible posible, pero tampoco puede ser que no haya madera muerta porque eso sirve para contribuir a la biodiversidad", argumenta.
Sobre lo que en su momento era el escenario del pabellón, descansan las desbrozadoras, las botas y las señales de advertencia, también el resto de equipamiento. Allí velan las armas los integrantes de la primera línea contra el fuego.