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La mayoría de los ingresos veterinarios en el centro de recuperación La Alfranca son por colisiones contra aspas y cables eléctricos
Una pareja de milanos* (alimoches*) de diferentes especies* (edades*) en el centro de La Alfranca. / Carla Greenwood
El centro de recuperación de fauna silvestre de la Alfranca recibió el pasado año 6.586 animales, de los que un 80% eran aves. Y de estas, la gran mayoría presentaban heridas y fracturas producto de sus colisiones contra los molinos eólicos y los cables de alta tensión (un 66%). Esta es la realidad con la que deben de lidiar todos los días los veterinarios y técnicos del complejo, un lugar al que también llegan los animales muertos que encuentran los agentes de protección de la naturaleza. «Es importante saber las causas de las bajas para poder proponer medidas», destacó este martes la directora del espacio, Ester Ginés.
Los estudios y estadísticas recabados en las áreas de recuperación de Pastriz sirven, según indicó, para «planificar mejoras» en el desarrollo de los parques eólicos y también han permitido colaborar con las compañías eléctricas en el aislamiento de los tendidos.
Que la mayoría de los animales tratados en el espacios sean aves tiene una explicación en la propia conducta de los animales. Según expresó el veterinario Chabier González, los mamíferos cuando resultan heridos (sea por un atropello o por un disparo, las dos causas más probables) tienden a recluirse en sus madrigueras, algo que hace que son* (no*) sean localizados por los agentes forestales. Sin embargo, las grandes aves afectadas por los molinos, como puedan ser los buitres leonados o los milanos, quedan tendidos a los pies de la infraestructura.
Las aves suelen permanecer 21 días en las zonas adaptadas para su recuperación, con amplias áreas cubiertas con telas que les permiten ejercitar el vuelo. El ayudante técnico Juan Fernández señala que entre las carroñeras han detectado en los últimos años un problema más profundo que el asociado a los accidentes, pues al consumir carne de animales muertos por los cazadores acaban ingiriendo perdigones de plomo que les llega a causar problemas neurológicos.
En menor medida el espacio recibe reptiles o anfibios, como los galápagos leprosos (algunos necesitan que se recompongan sus caparazones con resina tras haber sido atropellados) o los siete sapos corredores que se rescataron en un aljibe el pasado año. También recibieron once tritones jaspeados procedentes de los galachos del Ebro.
Para garantizar la reintroducción de todas las especies en la naturaleza, los técnicos del centro tratan de evitar al máximo el contacto con los animales tratados. Por ejemplo, a los pollos de los milanos que se crían en cautividad se les alimenta a través de unas cortinas usando una especie de marionetas de plumas. «Si queremos que vuelvan al medio natural es importante que sigan teniendo miedo del ser humano», señala Ginés.
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