Imagen de un ciervo macho fotografiado en el término municipal Caspe./ @jbone_foto
Avistar animales en libertad es todo un reto, aunque se vuelve más fácil si sabes cuándo buscar. Con el ciervo, el mejor momento es durante la berrea, el periodo de celo en el que les sube la testorena a los machos, volviéndoles menos asustadizos y más fuertes. Además, en esta etapa reproductiva estrenan sus cuernas, dejando imágenes imponentes y muy codiciadas por aficionados y profesionales de la fotografía. Otro de los aspectos más espectaculares de la berrea es el agrupamiento de las hembras, que van acompañadas por sus cervatillos, y que acuden a la llamada de los machos.
El celo comienza habitualmente a mediados de septiembre y se extiende durante un mes. Sin embargo, las altas temperaturas de septiembre han retrasado unos días su inicio. «El punto fuerte suele durar unos 10 o 15 días. Ahora estamos ya en la parte baja», explica el Agente para la Protección de la Naturaleza de Caspe, Francisco Domínguez.
Caspe es uno de los municipios aragoneses en los que se puede observar este fenómeno natural. Cada año, la presencia del ciervo puede variar y, en este, el mayor número de ejemplares se encuentra en la punta Crispín -junto al Cabezo del Ciervo-, la punta del Morterón, en el límite con Peñalba; y en la punta de Sálvele, en el límite con Fraga. Por otro lado, la mejor hora para avistarlos es el amanecer y el atardecer, cuando están menos cansados. Se recomienda acudir con prismáticos y catalejos e «intentar molestar lo menos posible», apunta Domínguez. Asimismo, desde la unidad caspolina recuerdan que está prohibido salirse de los caminos en el monte.
Aunque no hay datos sobre el número de personas que se acercan a ver la berrea en Caspe, los APN sí que dan cuenta del incremento con más coches y afluencia en los caminos. Por ello, desde la oficina local también intensifican las labores de vigilancia.
1.500 ciervos de raza autóctona
En total, hay unos 1.500 ciervos contabilizados en la zona de Caspe, Fraga, Peñalba y Mequinenza. Los APN realizan dos censos año, uno en primavera y otro en otoño, para ir controlando la población y evitar que crezca «demasiado». Este grupo de ejemplares es de los últimos reductos que quedan en Aragón de raza autóctona, tras una repoblación que se realizó en 1969. A día de hoy, puede haberse introducido algún ciervo procedente de otras zonas, como Cataluña, aunque la orografía mantiene «bastante aisladas» a estas manadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario