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martes, 22 de octubre de 2024

Javier Escorza: "El ego humano tiene que relajarse y entender mejor los procesos de la naturaleza"

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Agente de Protección de la Naturaleza de la DGA, ha sido premiado por su contribución a mejorar el hábitat de la trucha en el Guadalope



Javier Escorza, en el entorno natural de la ermita de la Virgen de Pueyos, en Alcañiz.
Violeta Pellicer





Más de 35 años como agente de protección de la naturaleza. ¿Lo suyo es vocación?
Total. Me formé como maestro en Ciencias Naturales y Matemáticas, pero la vida me llevó a ser agente de protección de la naturaleza, como mi padre. No me arrepiento. Si volviera a nacer, que ya sabemos que no va a ocurrir, elegiría la misma profesión.

Bueno, hay quién cree en la reencarnación.
No es mi caso.

Los pescadores conservacionistas (devuelven los peces al río) de la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos-Ríos con Vida le han premiado en la edición de 2024 por colaborar en la mejora del hábitat de la trucha en el Guadalope. ¿Cómo fue la experiencia?
Llevaba tiempo trabajando con la gente de AEMS tras una época en la que hubo dos fenómenos: uno, el potente incendio del Maestrazgo de 1994 que quemó 30.000 hectáreas y cuyas cenizas llegaron al río, y el otro, un periodo de años sin lluvias torrenciales y, por tanto, sin riadas, que hizo que se acementaran las gravas y las truchas no pudieran desovar, pues sangraban al intentar remover las piedras para depositar los huevos.

¿Cómo se resolvió el problema en este afluente del Ebro que riega un tercio de la provincia de Teruel?
Removiendo cuidadosamente con un simple rastrillo tramos de gravas. Las truchas acudían para no dañarse el vientre y aumentó la productividad sin repoblar. La Ley extendió el límite de las aguas trucheras desde el puente de Calanda hasta el de Castelserás.

Antiguamente, la vida cotidiana giraba en torno al río, pero ahora, en muchos de ellos, la maleza se apodera de las orillas y el ciudadano apenas puede disfrutar de la visión del agua.
Sí, pero tengamos en cuenta que la maleza vegetal no es basura. Quizá a los humanos nos molesta, y para eso se hacen paseos fluviales, pero la vegetación que crece en los ríos es naturaleza. Una ribera, al ser un lugar muy fértil por la humedad y los lodos y limos que bajan, es el sitio ideal para que crezcan todo tipo de especies.

Algunos ríos, como el Whanganui en Nueva Zelanda, el Amazonas en Colombia y el Magpie en Canadá, han sido dotados de personalidad jurídica en defensa de sus derechos. ¿Qué le parece esta medida?
Si se demuestra que es positiva para su conservación, bienvenida sea. Habría ríos de Aragón o, al menos, tramos de ellos, que merecerían ese trato.

¿Comparte el dicho de que la naturaleza es sabia?
Estoy muy de acuerdo con él. La naturaleza tiende a un equilibrio protector de sus especies. Hoy parecen más recurrentes las tormentas o tornados potentes que causan daños, pero podrían tener razón quienes dicen que, a veces, se deben a inestabilidades atmosféricas a las que no es ajena la influencia antropogénica.

¿Hay señales de alerta sobre el cambio climático en el Bajo Aragón y el Matarraña, donde usted es coordinador de agentes de protección de la naturaleza?
Claro. Se mueren los pinos y proliferan los insectos que comen madera. En otros puntos de Aragón llueve en una tarde lo que antes caía en un mes. En el noreste de Teruel llevamos dos primaveras sin llover y al Pirineo, a solo 250 kilómetros, le sale el agua por las orejas. ¿Qué sucede?

Le habrá tocado apagar incendios forestales.
Muchos, hubo un tiempo que los contaba. A los 15 o 20 años de trabajar, ya pasaban de 200.

¿Su receta para frenar este mal que aqueja a los bosques?
Aprender de nuestros antepasados y aprovechar de manera sostenible los recursos del monte, para que no tenga tanto combustible. Antes de la bombona de butano se recogía leña, las vigas de las casas eran de madera y el ganado pastaba en campo abierto.

¿Y contra las inundaciones?
No construyamos en zonas inundables, saquemos de allí todos los inmuebles. Aunque las veamos años sin agua, un día se llenarán, llevándose todo por delante.

¿Hay forma de conciliar la ganadería y la presencia del lobo?
Por supuesto que la hay. Requiere mayor esfuerzo por parte del ganadero y apoyo a este desde la Administración. Al lobo lo puso la naturaleza y es un gran predador que equilibra las poblaciones de ungulados silvestres, que causan daños a la agricultura. El ego humano tiene que relajarse y sentir y entender mejor los procesos de la naturaleza. Nos parece que somos el centro de todo, pero somos una parte más.

¿Feliz con el premio de AEMS-Ríos con Vida?
Muchísimo. Agradezco a la asociación, no solo el galardón, sino también su labor esencial en la conservación de los ríos ibéricos y las poblaciones de truchas.

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